Miedo, desconocimiento y falta de información

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¡Qué feliz era!

Tenía una pareja de amigos en los que confiaba plenamente y consideraba unas personas íntegras… Era divertido tomar algo los domingos en un bar donde el tiempo pasaba con mucha rapidez. Nos veíamos, hablábamos, se relataban temas que nos parecían interesantes.

Resultó que, sin previo aviso  para ellos, me ingresaron, mi marido no les comentó nada, pues le resultaba un momento difícil: ¡una enfermedad mental!

 Miedo. Ignorancia. Invisibilidad. Una sociedad que no ve la realidad del problema.

Ya recuperada, decidimos volver a quedar después de dos meses y pico.

Mi intuición me permitió notar que el comportamiento de ellos no era el mismo. Pasaron varios fines de semana y no sabíamos nada. Ante la extrañeza y, siendo como soy, una persona hipersensible, me tomé la libertad, sin contar con mi marido, de enviar un mensaje, en primer lugar a ella, mi amiga. Noté frialdad, falta de conversación…

En mi explicación comenté mis sensaciones y pedí perdón por si algo les había ofendido, pues no era mi intención.

Al momento, llamó él, tranquilizándome y diciendo que para nada llegase a pensar lo que les decía. Aquello me dio tranquilidad, a los dos los quiero y pensé que volvería a ser lo mismo…

Los fines de semana me queman totalmente, los pasamos visitando a mis padres, ya mayores y enfermos. Cómo recuerdo el respiro que para mí era aquella amistad. Digo “aquella” porque no sé nada de ellos.

Temo cómo trata mi problema esta sociedad,  temo  a la prensa, la televisión, las noticias que, muchas veces, son alarmantes y encuentro falsas. Siento que quizás el distanciamiento por su parte sea el resultado del miedo, del desconocimiento y de la falta de información.

Es tan desagradable el modo en que se habla de los problemas de salud mental en este país (no sé si en otros…).

¿Fue esta la causa?

Hay que ser fuerte, tener resiliencia.

Pero aquellas charlas, las risas, la satisfacción completa… ¿Qué pasó  y porqué?

Nancy Rubia

Mi viaje soñado

japan-2014619_1920.jpgMe gustaría viajar a Japón porque me encanta su cultura, su gastronómía, su música y su estilo de vida.

Sobre todo, querría ir a Tokio, pasear por el distrito comercial de Shibuya y rezar en los templos.  Aún no he viajado por el tema económico, ya que Japón es muy caro, pero voy ahorrando para algún día poder conseguirlo.

A ser posible, dormiría en posadas rústicas para descansar en un futón, probar el pan de melón, el sushi auténtico, visitar cafés donde las camareras hacen cosplay y, si fuese posible, ir a un concierto de J.Rock (música rock de origen japonés).

Además, ir a los pueblos cercanos para ver los campos de arroz y, ya que estamos, probar el sake casero. El tema del idioma sería algo complicado. El japonés consta de letras y los característicos kanjis que son bastante difíciles de dibujar. Afortunadamente, se habla también inglés.

El resto de las cosas que haría en Japón sucederían sobre la marcha, dejándome llevar.

Boris

Lo que me llevaría a una isla desierta

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Sin duda, a una isla desierta llevaría a alguien con quien compartir la vida. La respuesta podría ser esta: somos seres sociales.

En la vida necesitamos compartir experiencias, amor y también la ayuda de otros hombres para poder sobrevivir. Si esto se necesita en sociedad, cómo no se va a necesitar en la soledad de una isla desierta.

Este es mi sentimiento; sin embargo, en mi pensamiento cabe algo más… y es que el hecho de que yo lo sienta así no implica necesariamente que los demás lo vivan del mismo modo, a pesar de ser seres sociales por naturaleza.

Quizá, esto último sea un matiz generalista y la excepción que confirma la regla, porque es igualmente cierto que en este mundo convivimos con algunos seres que parecen o son antisociales, o tal vez, sea una paradoja…

Santiago